sábado, 2 de febrero de 2008

Cuando era niño mi padre me tomó una foto sobre un tigre muerto. Vivíamos en una finca ubicada entre las montañas de la Cordillera Central de Los Andes en el noroccidente de Colombia. Entonces, no sabía que en el lugar donde nací no hay tigres sino jaguares, que el primero tiene rayas y el segundo manchas, que ese era uno de tantos felinos cazados en la historia de la región, que existía un mito sobre un tigre con dientes de oro y mucho menos sabía que mi abuelo y bisabuelo maternos habían cazado dicho animal; conocido desde entonces como El Tigre de Amalfi.

Veinte años después, cuando ya vivía en la ciudad, encontré en un álbum familiar mi retrato con el tigre. Aunque hay pruebas concretas de mi identidad en la foto, se me hizo una imagen fantástica y desconocida. La historia que conozco de mi encuentro con el tigre es un relato y una imagen construidos por otros en el tiempo; no un recuerdo.

Desde entonces me dediqué a recolectar información fragmentada sobre los tigres, en una exploración hacia atrás en el tiempo. Una cacería en proceso cuya finalidad no es matar un tigre, sino revivirlo.



Ritual de Pertenencia es el proyecto de creación fotográfica que recoge mis reflexiones sobre la relación hombre-animal, la identidad y el sentido de pertenencia; por medio de un análisis en primera persona de la leyenda El Tigre de Amalfi.

El proyecto está integrado por una serie de acciones de valor simbólico y representativo que se plantean como actos ceremoniales y repetitivos: regresar al pueblo, despedirse, registrar el paisaje, archivar relatos e imágenes de tigres: coleccionar. El ritual planteado responde a la necesidad de preguntarme por el lugar que ocupo en el espacio donde nací, lo cual se traduce en una búsqueda de seguridad, aceptación y reconocimiento: el sentido de pertenencia.

Me propuse decodificar la imagen del tigre en busca de una síntesis auténtica que me permitiera reconstruir vínculos familiares, documentar las raíces de un relato patrimonial y confrontar mi visión personal con otras visiones del municipio de Amalfi por medio del diseño de un trabajo de creación colectiva en el lugar.

La exploración se desarrolló siguiendo un método intuitivo dividido en dos etapas: la taxidermia y la taxonomía de un mito, que me permitieron encontrar las coordenadas de una nueva geografía y definir las características de un animal que la habitaba.

Como primera estrategia de aproximación realicé el registro fotográfico a un jaguar en el Zoológico Santa Fe de Medellín. Durante seis meses analicé sus movimientos en una jaula de cemento y encontré la forma de transformar su imagen felina. Por otro lado, coordiné un taller de dibujo entre niños y jóvenes de Amalfi cuyo propósito era motivar preguntas por la naturaleza de El Tigre de Amalfi y ofrecer las condiciones para representar el mito.

Desde el principio estas dos situaciones se opusieron en el proyecto: lo individual y lo colectivo. Una leyenda que es el patrimonio de una comunidad, enfrentada o complementada por una historia personal narrada en primera persona. La visión múltiple de un colectivo de niños y jóvenes que dibujaron tigres de diversas formas y el trabajo individual de un fotógrafo que registró los movimientos de un tigre enjaulado. Y como resultado una serie de imágenes que desde polos opuestos se miraban esperando encontrarse.

Sin embargo, la imagen auténtica del tigre que esperaba aún no se hacía evidente. Desde que encontré mi retrato sobre un tigre en el álbum familiar, tenía la necesidad de buscar al animal y volver a verlo. Quería mirar con los ojos de mi infancia pero no podía. Y fue a través del ritual, de la acción ceremonial, que logré identificarlo. La estrategia consistió en pasearlo por todo el pueblo en una actividad nocturna y sin aviso, que convocara y sorprendiera. Recorrí las calles proyectando imágenes de tigres: los dibujados por los niños y los fotografiados por mí en el Zoológico; dos especies distintas habitando una misma geografía. A partir de las sensaciones que me produjo la acción participativa inicié la narración de una historia documental. Acepté que el tiempo ha pasado y que mi mirada actual es inevitablemente distinta a la que tenía a los cuatro años de edad. Así, se abrió un nuevo escenario que me reveló el presente, donde logré que los niños del pueblo, habitantes desprevenidos de su espacio y su tiempo, reconocieran el tigre que se mueve en los paisajes amalfitanos y decidieran enseñármelo. El primer resultado de la exploración fue entonces una imagen íntima construida con los ojos de todos.

1 comentario:

carlos alberto dijo...
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